por Francisco J. Pérez-Latre
A estas alturas de la transformación digital, el e-mail sigue sorprendiendo por su capacidad de generar resultados. No es tan bueno como la conversación personal o telefónica, pero para algunas cosas parece más eficaz que las redes sociales, que forman parte ya del paisaje y no provocan respuestas tan ágiles de públicos que ya se han acostumbrado a su presencia.
En este contexto no sorprende que los que promueven la movilización social -como Change.org-, o los medios que quieren seguir siendo relevantes –como el Washington Post con sus newsletters– tomen el e-mail muy en serio. También se observan con interés experimentos como The Skimm, un medio que se difunde a través de ingeniosos mensajes de correo electrónico. Visionarios de los medios como David Carr (1956-2015) avisaban del auge del e-mail ya en 2o14.
El e-mail no es, desde luego, una tecnología revolucionaria (sus antecedentes se remontan a 1962). Sin embargo, es versátil y ofrece oportunidades de medición y segmentación que, a menudo, son mayores que las de las redes sociales. Sobre todo, sus datos de conversión son mejores. En tiempos de fragmentación y atención escasa, el e-mail sigue consiguiendo que prestemos atención y, a veces, nos mueve a actuar. No es poco…
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https://www.nytimes.com/2014/06/30/business/media/for-email-a-death-greatly-exaggerated.html