Instagram versus Instagram

por Violeta González

Las redes sociales ya no son lo que eran. Han evolucionado una barbaridad desde que nacieron, en parte porque la necesidad de obtener ingresos ha obligado a algunas a ir «pivotando» su modelo de negocio, pero también porque los usuarios han ido variando sus preferencias. En un entorno que cambia a velocidades tan vertiginosas, las marcas han sabido ir acomodándose. No sin tensiones.

Pongamos el caso de Instagram. Es la red social de moda: con más de 800 millones de usuarios activos en un mes, ha logrado duplicar el número de usuarios en solo dos años. En España, por ejemplo, Instagram ha arrebatado a Twitter la segunda posición como red social más utilizada —según datos de la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC)–.

El Museo del Prado es una de las pinacotecas que está explorando –y explotando– la herramienta con mucho éxito. En agosto de 2017 empezaron a emitir videos en directo explicando cuadros y mostrándolos en Instagram Stories. Al principio eran sólo recorridos por las salas en silencio.

Los espectadores pedían interacción, así que empezaron a comentar algunos detalles de las obras o aspectos que suelen pasar desapercibidos en las visitas, con un formato muy informal.

Las Instagram Stories del Prado son seguidas por casi 5.000 espectadores diarios, que han formado una especie de una comunidad fiel. Familias que se reúnen cada día para ver el vídeo o docentes que se lo muestran a sus alumnos en clase.

«Los directos del Instagram del Museo del Prado me dan la vida», «Me flipa que El Prado haga directos en Instagram explicando cuadros», «Friki nivel: me veo los directos que hace el Museo del Prado en Instagram». Así han recibido los usuarios la iniciativa del Museo del Prado, que contesta una media de 200 mensajes diarios.

“Con un par de apuntes, el visitante disfruta mucho más la experiencia. En especial los jóvenes, que no viven pensando en cuadros. Si les cuentas una anécdota, quizá sí atraigas su atención”, explica el encargado de Comunicación Digital del Museo del Prado y responsable de las Stories, Javier Sainz de los Terreros, en el suplemento Verne.

Un disfrute que podría perderse. La progresiva instagramización del mundo, que empezó por los restaurantes, ha ido colándose por todos los rincones, cambiando nuestro escenario visual.

El Getty Museum de Los Ángeles ha recolocado los espejos que había en sus galerías para que hacerse selfies sea más fácil. En el Museo de Arte Moderno de San Francisco han dispuesto terrazas diseñadas como puntos aptos para autoretratarse con el móvil. En su web, el Museo de Arte de Birmingham (Alabama) describe sus actividades veraniegas como El Dorado de Instagram y ofrece un carrusel de imágenes tomadas por sus usuarios.

Este fenómeno contrasta con la tendencia contraria.

También en la ciudad de San Francisco, el Young Museum, tras recibir un millar de quejas de personas a quienes les molestaba que se tomaran tantas fotografías durante las visitas, especialmente a los patronos, decidió limitarlas. En una de sus exposiciones estrella, Bouquets of Art, reservó ciertas horas para visitas “libres de fotos”.

Con cautela, porque cualquier responsable de museo sabe que, como bien señala Linda Butler, directora de marketing en Young Museum, “if we removed social media, photography, we would risk becoming irrelevant. At the end of the day we would become dinosaurs and become obsolete”.

Otro museo norteamericano, Philbrook Museum of Art (Tulsa, Oklahoma) ofrece, en modo beta, la posibilidad de hacer visitas en solitario. El afortunado es elegido entre los seguidores en redes sociales que lo solicitan por email y envían la solicitud más atractiva.

La primera usuaria fue una mujer con 8 hijos adoptados sin tiempo para ella misma, que tuvo la oportunidad de deambular por las salas sin compañía un lunes, día de la semana en que el museo permanece cerrado.

El público parece preferir que le entretengan antes de que le eduquen, lo que implica ofrecer un contenido muy atractivo en las redes sociales. Los visitantes no quieren perderse las experiencias digitales, pero tampoco sentirse incómodos durante su estancia: lograr un equilibrio que dé cabida a todas las demandas empieza a ser una necesidad.

 

 

 

MÁS EN:

https://www.smithsonianmag.com/innovation/how-instagram-changing-way-we-design-cultural-spaces-180967071/

https://www.yorokobu.es/museo-del-prado-instagram-stories/

http://time.com/5204051/smartphones-instagram-museum-art-de-young/